En SEPIA nos hemos lanzado a la piscina y hemos decidido elaborar listas con las mejores películas de la pasada década según la opinión de cada uno de nuestros redactores. La idea nace de la que hizo en su momento el prestigioso crítico Roger Ebert, una lista que, la verdad, nos dejó bastante perplejos. A la hora de mojarnos y seleccionar las películas, cada uno hemos empleado el criterio que hemos creído más oportuno. En mi caso, he tratado de buscar un equilibrio entre las que más me gustan -o que podría catalogar estrictamente como mis favoritas– y las que me provocaron un mayor impacto emocional. Al final del post aparece una lista que incluye los films que, por unas razones u otras, han quedado fuera de la lista principal por poco. También añado otra más con las diez peores películas que he visto. Obviamente, no somos críticos profesionales ni pretendemos serlo, de modo que estas listas no dejan de ser esencialmente subjetivas. Así que, sin más, aquí va la mía:
1. El Señor de los Anillos: La trilogía (Peter Jackson, 2001/2002/2003)
La adaptación de la gran novela de J. R. R. Tolkien es, en mi opinión, la obra cinematográfica más importante de la década pasada. El Señor de los Anillos es un único libro dividido en tres tomos, así que las tres películas pueden y deben tomarse como un conjunto. Sus virtudes son muchas, pero la más destacable, más allá de su incuestionable potencia visual, es que, a pesar de algunas concesiones comerciales, Peter Jackson y su equipo consiguieron transmitir con éxito la esencia de la obra literaria, cosa que a priori se antojaba casi imposible. El fallo más grave es posiblemente que el personaje de Frodo acaba resultando demasiado llorica y exasperante, cosa que no ocurre en la novela; tampoco acaba de convencer lo exageradamente limpias que son las peleas (¿acaso los orcos no sangran?) o que el enano parezca por momentos un bufón. En todo caso, capturar en 10 horas el espíritu de las casi 1.500 páginas que suman los tres tomos es un logro más que admirable.
En ocasiones se ha dicho que El Señor de los Anillos es poco más que una historieta »de magos y elfos», pero es que sencillamente no va de eso: se trata de una simplificación que pone el acento en el envoltorio y obvia el contenido. La obra de Tolkien es en el fondo un fresco de temas y preocupaciones universales: la lucha entre el bien y el mal, la amistad, la corrupción, la dignidad, la opresión, el amor, el honor… no hace falta ser un genio para captar hasta una clara (y anticipada) sensibilidad ecologista. Volviendo a las películas dirigidas por Jackson, éstas cuentan con unos apartados técnicos y artísticos casi insuperables, desde el reparto -con la excepción de Elijah Wood- hasta la banda sonora, pasando por el vestuario, la fotografía, el maquillaje, los decorados o los efectos especiales y digitales, todo parece fluir y encajar como por arte de magia. Las localizaciones y la ambientación en su conjunto son inmejorables. Cuesta creer que los responsables de esta maravilla sean los mismos que han arruinado El Hobbit.
2. Ciudad de Dios (Fernando Meirelles, 2002)
Todavía recuerdo con claridad (corría el verano de 2003) cuando, estando con mi primo en el videoclub buceando entre películas de mierda, apareció la carátula de Ciudad de Dios: »Me han dicho que esta mola». Y efectivamente así era: unas horas después estábamos los dos clavados en el sofá con la boca abierta. Pocas escenas me han hecho estremecer tanto como la de Dadinho disparando en el hotel, aunque también es justo reconocer que por entonces uno era bastante impresionable. Creo que no exagero si digo que Ciudad de Dios alcanza la categoría de icono para toda una generación; pero más allá de su valor sentimental, estamos ante una indiscutible obra de arte.
Fernando Meirelles nos introduce en el fascinante y desconocido mundo de una favela de Rio de Janeiro, mostrando su degradación entre las décadas de los sesenta y los ochenta, años en los que va siendo progresivamente tomada por bandas de narcotraficantes. A lo largo de toda la película, como tema subyacente, se expone como la marginalidad se disparó en los años de la dictadura militar de Brasil (1964-1985). La historia, basada en hechos reales, la narra Buscapé, un chaval que trata de mantenerse a flote alejado de la violencia que le rodea y que acabará convirtiéndose en un prestigioso fotógrafo. Una de las particularidades de Ciudad de Dios es que su reparto lo componen auténticos niños de la calle; además está rodada en escenarios reales, es decir, alejada de los estudios. Destacan también el ritmo de la dirección y un montaje deslumbrante.
3. Mystic River (Clint Eastwood, 2003)
Considero que Mystic River -adaptación de la novela homónima de Dennis Lehane- es, junto con Sin Perdón, la mejor película dirigida hasta día de hoy por Clint Eastwood, algo que ya dije en otra entrada dedicada enteramente al cineasta californiano. La muerte violenta de la hija de Jimmy (Sean Penn) mueve los resortes del pasado y vuelve a juntar a tres amigos de la infancia (Penn, Tim Robbins y Kevin Bacon) cuya amistad quedó truncada por el secuestro del personaje interpretado por Robbins a manos de unos pederastas. Da comienzo así una durísima y trepidante historia, combinación perfecta de thriller y drama, cuyos ejes centrales son la venganza y las repercusiones de los abusos sexuales en la infancia, pero que al final se revela también como reflexión acerca de la culpa y la amistad. Al espléndido trío de actores protagonistas se suma -aparte de unas magistrales interpretaciones femeninas- un cameo del mítico Eli Wallach que sirve para introducir una nota ligera. Por lo demás, Mystic River inauguró la etapa más brillante de Clint Eastwood como director (2003-2008), en la que encadenó seis grandes películas entre las cuales la única que desentona un poco es Banderas de nuestros padres.
4. El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2009)
Dos amores, uno que se quebró de manera trágica y otro que no pudo ser, son el motor de El secreto de sus ojos, una de las mejores películas hispanoamericanas jamás rodadas. Su guión se basa en La pregunta de sus ojos, novela escrita por el argentino Eduardo Sacheri y publicada en 2005. Benjamín Espósito (un inconmensurable Ricardo Darín) es un agente judicial que a finales del siglo XX, ya jubilado, está escribiendo una novela sobre un caso que marcó su vida para siempre: en 1974 una joven fue asesinada de manera brutal, pero su asesino confeso no pudo ser condenado debido a circunstancias que escapaban a su control y al de la jueza encargada del caso, de quien estaba profundamente enamorado. Con estos mimbres se desarrolla un film que equilibra magistralmente el thriller, el romance, el drama, el relato histórico y hasta unos cuantos destellos cómicos a cargo Sandoval, fiel compañero de Espósito y alcohólico empedernido. La película reflexiona acerca del pasado traumático de Argentina, aunque esta vez se pone la lupa sobre los años previos a la dictadura militar de 1976-1983, dando a entender que la carnicería de aquellos años empezó a fraguarse mucho antes. Pero, ante todo, El secreto de sus ojos es una melancólica reivindicación del amor verdadero a la vez que una exploración de los pliegues más oscuros del alma humana.
5. Lilya forever (Lukas Moodysson, 2002)
Esta película se puede definir con una sola palabra: demoledora. Lilya (impresionante interpretación de la actriz rusa Oksana Akinshina) es una adolescente de los suburbios de una decadente ciudad de la antigua Unión Soviética que es abandonada por su madre y ve en la prostitución la única manera de sobrevivir. En un momento dado se enamora de un solícito chico que promete sacarla del país, pero nada es lo que parece. La película aborda dos temas cuidadosamente silenciados en Occidente: uno es el de las redes clandestinas de prostitución que trafican con seres humanos procedentes de países empobrecidos, y el otro es el de la miseria que sacudió a los países que formaban la URSS una vez desmantelado el sistema socialista, donde la pobreza se multiplicó casi por 40 y varios millones de niños quedaron abandonados y sin hogar en el transcurso de la última década del siglo XX. Tal vez esto explique que haya sido ignorada en los circuitos internacionales. Aviso: Lilya forever no es apta para corazones sensibles. Lo cierto es que cuando la vi (solo he sido capaz de hacerlo una vez) me dejó en estado de shock hasta minutos después de haber terminado los créditos. Eso sí, reto a verla a quienes crean que Bailar en la oscuridad de Lars von Trier (en mi opinión sobrevalorada) es el paradigma de drama punzante y desgarrador.
6. La última noche (Spike Lee, 2002)
Con guión adaptado por David Benioff a partir su propia novela, La última noche narra las últimas 24 horas en libertad de Monty (Edward Norton), un traficante de heroína de Nueva York condenado a 7 años de prisión. La película gira sobre la relación de Monty con cinco personas: su padre, su novia, sus dos amigos de la infancia y su subalterno (y amigo) en el negocio del narcotráfico. El tema principal es el de las consecuencias de las decisiones que tomamos, y, en definitiva, de cómo afrontamos nuestros propios errores. Después de haber llegado a la cima, Monty se prepara para descender a los infiernos poniendo en orden su relación con las personas que más importancia han tenido en su vida. Salen así a flote recuerdos y frustraciones de los distintos personajes, pero también rencores y desconfianzas, pues Monty sospecha que puede haber sido su novia quien ha terminado por delatarle. Con un impresionante duelo interpretativo gracias a unos soberbios Philip Seymour Hoffman y Barry Pepper, pocas películas han sintetizado mejor las relaciones humanas y preocupaciones de nuestro tiempo.
7. El regreso (Andréi Zvyágintsev, 2003)
El regreso es el aclamado debut del cineasta ruso Andréi Zvyágintsev. Se trata de una película sencilla en apariencia que esconde innumerables matices. Cuenta la historia de dos hermanos de 12 y 14 años que se reencuentran con su padre después de casi 10 años de ausencia. El padre, un tipo severo y distante con un extraño sentido del honor, les lleva de excursión por distintos parajes de Rusia, los cuales proporcionan a la película una fascinante factura visual. La cinta se mueve en torno a la manera en que cada uno de los hermanos se aproxima a su desconocido padre. Iván, el pequeño, le observa con desconfianza y rencor, mientras que Andréi queda fascinado por el misterio que le envuelve y trata impresionarle. Las actitudes de los dos hermanos son un reflejo de las contradictorias impresiones que el personaje del padre provoca en el espectador. En la recta final, una serie de acontecimientos llevarán a los distintos personajes a poner en orden sus sentimientos de manera dramática, lo cual supone una de las reflexiones más profundas y desoladoras sobre el amor y los afectos que jamás he visto.
8. The Chaser (Na-Hong jin, 2008)
El gran thriller coreano de la década pasada no es, a mi juicio, ni Oldboy ni Memories of Murder (siendo ambas excelentes películas), ni mucho menos la por algunos venerada Joint Security Area, sino The Chaser. La película tiene como personaje central a un antiguo policía reconvertido en proxeneta que ve como algunas de sus chicas desaparecen sin dejar rastro. Alarmado por la merma que supone en sus ingresos, emprenderá una búsqueda que le llevará a dar con un perturbado que se dedica a secuestrarlas, torturarlas y asesinarlas. The Chaser muestra algunos temas recurrentes del cine surcoreano, como la ineficacia de la burocracia y el aparato policial, pero lo que de verdad me fascina de ella es la evolución de su personaje principal, quien pasa del cinismo más absoluto a quedar horrorizado por los crímenes de su adversario, implicándose a fondo en pararle los pies: el protagonista parte de una ambigüedad moral que se va disipando progresivamente. La película, además de oscura e impredecible, es frenética y cruda, pero sin pasarse de rosca; la dirección y la fotografía son auténticos despliegues de talento, y aunque tal vez se pueda objetar que el guión es algo caprichoso, me da exactamente igual: The Chaser es uno de los thrillers más sorprendentes y uno de mis favoritos de los últimos tiempos.
9. Hunger (Steve McQueen, 2008)
Hunger no es una película fácil de ver. Narrada de forma hiperrealista pero con un lenguaje cinematográfico repleto de simbolismo, se sumerge en las famosas huelgas que llevaron a cabo prisioneros del IRA y el INLA en la cárcel norirlandesa de Maze entre finales de los setenta y principios de los ochenta, quienes reclamaban ser reconocidos como presos políticos. La cinta queda dividida en tres actos: el primero es el de la huelga sucia (los reclusos rechazaban la higiene y se »deshacían» de sus excrementos esparciéndolos sobre la pared de sus celdas), el segundo es un diálogo de unos 20 minutos que el prisionero del IRA Bobby Sands (un sobresaliente Michael Fassbender) mantiene con un sacerdote que trata de persuadirle para que no lleve a cabo la huelga de hambre, y el tercero es el de la huelga de hambre propiamente dicha, el cual constituye uno de los momentos más angustiosos jamás vistos en la gran pantalla: media hora escasa que se hace deliberadamente eterna.
Hunger, junto con En el nombre del padre, The Boxer y Bloody Sunday, es una de las cuatro grandes películas relizadas hasta hoy sobre el conflicto de Irlanda del Norte. En esta ocasión Steve McQueen optó por distanciarse de los registros comerciales, adentrándose en las huelgas -y en el conflicto- de una manera eminentemente introspectiva. No obstante, el diálogo de Sands con el sacerdote y el conjunto de la película suponen la reflexión más honesta y reveladora que se ha visto en el cine acerca de la naturaleza del conflicto norirlandés, y por extensión de otros conflictos similares.
10. Enter the Void (Gaspar Noé, 2009)
Enter the Void evoca por momentos a 2001: Una odisea en el espacio, a Inland Empire e incluso a lo que años después será Boyhood. Oscar, su personaje principal, es una suerte de híbrido entre un Marc Renton actualizado y el Bruno que Jérémie Renier interpretó en L’Enfant. Con estas premisas resulta evidente que hablamos de un film innovador, sumamente arriesgado y de corte experimental que no gustará a todo el mundo. Podríamos estar ante una de las películas europeas más importantes y novedosas del siglo XXI de no ser porque, en la recta final, Gaspar Noé acaba recreándose en sus propios excesos, unos »excesos» que durante las dos primeras horas alcanzan un equilibrio casi perfecto. Con un recorte de metraje de unos 15-20 minutos sería suficiente para certificar un trabajo redondo.
Enter the Void toma la teoría del Libro tibetano de los muertos para explorar lo que podría ocurrir después de la muerte, y además ofrece una reflexión acerca de la deriva existencial de una parte de la generación occidental nacida a caballo entre los años ochenta y noventa. The void (el vacío en inglés) se refiere no solo a la muerte, sino también a la visión retrospectiva que el protagonista tiene de su propia vida: una vida hueca y sin objetivos. Con una realización revolucionaria y ambientada de manera excelente en el Tokio más sórdido, Enter the Void cuenta con un elenco de actores no profesionales con la excepción de una arrebatadora Paz de la Huerta. La película se mueve en el filo de ser una obra maestra o una chorrada pretenciosa y posmoderna, pero, en mi opinión, cae del primer lado quedándose a tan solo un par de pasos de ser una obra maestra absoluta. En su momento fue un fracaso en taquilla y gran parte de la crítica especializada la vapuleó, pero estoy seguro de que con el paso de los años se revalorizará y pasará a ser un film de referencia, de forma parecida a lo que ocurrió con Scarface. Y, en cualquier caso, garantizo que no dejará indiferente a nadie.
MENCIÓN ESPECIAL (orden alfabético):

4 meses, 3 semanas, 2 días (Cristian Mungiu, 2007)
Bloody Sunday (Paul Greengrass, 2002)
Camino (Javier Fesser, 2008)
Che: El argentino (Steven Soderbergh, 2008)
Ciudad de vida y muerte (Lu Chuan, 2009)
Collateral (Michael Mann, 2004)
El caballero oscuro (Christopher Nolan, 2008)
El experimento (Oliver Hirschbiegel, 2001)
El luchador (Darren Aronofsky, 2008)
En tierra de nadie (Danis Tanovic, 2001)
Gran Torino (Clint Eastwood, 2008)
Hijos de los hombres (Alfonso Cuarón, 2006)
Kill Bill: vols. 1&2 (Quentin Tarantino, 2003/2004)
Looking for Eric (Ken Loach, 2009)
Los cien pasos (Marco Tullio Giordana, 2000)
Match Point (Woody Allen, 2005)
Mi vida sin mí (Isabel Coixet, 2003)
Pineapple Express (David Gordon Green, 2008)
The Man from Earth (Richard Schenkman, 2007)
Una historia de violencia (David Cronenberg, 2005)
LOS DIEZ MAYORES TRUÑOS:

Barridos por la marea (Guy Ritchie, 2002)
Battle Royale 2 (Kenta Fukasaku y Kinji Fukasaku, 2003)
Date Movie (Jason Friedberg y Aaron Seltzer, 2006)
Diario de una becaria (Josetxo San Mateo, 2003)
Dragon Ball Evolution (James Wong, 2009)
Enemigos: Ecks contra Sever (Wych Kaosayananda, 2002)
Last Days (Gus Van Sant, 2005)
Mentiras y gordas (Alfonso Albacete y David Menkes, 2009)
Rollerball (John McTiernan, 2002)
Wicker Man (Neil LaBute, 2006)
TOSTÓN DE ORO A LA PELÍCULA MÁS SOPORÍFERA:
Réquiem, el exorcismo de Micaela (Hans-Christian Schmid, 2006)
[Edit: y aquí están las otras listas, II (Guillem), III (Lucy) y IV (Jorge)]
Borja
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17 febrero, 2015 at 1:44 pm
La de Gran Torino yo la cambiaba de lista, de la de arriba a la de abajo.
A decade of cinema: las mejores películas de los 2000 (III) | Sepia says:
12 junio, 2015 at 7:54 pm
[…] of the films on my list? Let me know in a comment below or see if you’re more satisfied with Borja’s part 1 or Guillem’s part 2 (both in […]
Una década de cine: las mejores películas de los 2000 (IV) | Sepia says:
3 febrero, 2016 at 1:39 am
[…] compañeros lo han hecho antes y seguramente con más esmero (partes I, II y III), pero me siento obligado a dar yo también una lista de lo mejor de los 2000 (vaya […]