
Llevo mucho tiempo dándole vueltas a este post, tal vez demasiado. La idea surgió hace unos meses cuando me dijeron algo así como: »el cine español no tiene clásicos memorables más allá de dos o tres excepciones». Enseguida pregunté por unas cuantas películas y, sorpresa, la persona con quien hablaba no solo no las había visto, sino que ni siquiera las conocía. Es sorprendente ver hasta qué punto muchas veces se ignora lo que se tiene más cerca.
Lo cierto es que la industria cinematográfica se asentó tarde en España y que cuando comenzaba a despegar quedó segada casi de golpe por la Guerra Civil y la dictadura de Franco. Es difícil encontrar algún título anterior a 1950 que realmente merezca la pena. Sin embargo, una vez comenzaba a remontarse la terrible crisis de los años 40 (esa que algunos pretenden borrar de la historia) encontramos unas cuantas películas que poco o nada tienen que envidiar a los grandes clásicos del cine europeo.
Ni que decir tiene que el ambiente de aquellos años se inclinaba poco hacia los productos culturales de calidad y menos todavía si conllevaban algún tipo de crítica social. Eran los tiempos de Mariano Ozores, Manolo Escobar, Joselito, Marisol y compañía. Pero, a pesar de todo, un reducido grupo de cineastas logró sortear los obstáculos (incluida la censura) y legarnos unas pocas pero valiosísimas obras maestras. Así pues, aquí van las que para mí son las diez mejores películas españolas de los años 50 y 60:
Surcos (José Antonio Nieves Conde, 1951)
La gran singularidad de Surcos, renovadora indiscutible del cine español, es que fue dirigida por un falangista radical como era Nieves Conde e ideada por Eugenio Montes, uno de los fundadores de Falange Española. Influenciada por el neorrealismo italiano, la película expone las penurias que soporta una familia que emigra del campo a la ciudad. En ella aparecen reflejados problemas como la marginalidad, la prostitución o el mercado negro; también las corralas, que venían a ser los pisos patera de la época. La película causó tal escándalo que acabó provocando la dimisión del Director General de Cinematografía y Teatro. Fue nominada a la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
¡Bienvenido, Míster Marshall! (Luis García Berlanga, 1953)
Poco se puede decir de esta película que no se haya dicho ya. Tal vez convenga subrayar que tras su apariencia inofensiva esconde unas cuantas críticas solapadas, como por ejemplo la caricaturización de la española como una sociedad interesada y de principios dudosos, cosa que queda plasmada en los castellanos que se disfrazan de andaluces con la idea de recibir más y mejores ayudas. Con todo, se le podrá acusar de ser un filme blando y complaciente, pero qué le vamos a hacer: me encanta.
Muerte de un ciclista (Juan Antonio Bardem, 1955)
El atropello de un ciclista a manos de un profesor universitario y su amante y su posterior encubrimiento -al más puro estilo del cine negro estadounidense- sirve de trampolín a Bardem para atacar ferozmente a la burguesía sobre la que se sostenía del régimen. Al mismo tiempo refleja, a través de la evolución del protagonista, el desengaño que empezaba a extenderse entre algunos de los vencedores de la Guerra Civil. La película recibió el Premio de la Crítica Internacional en el Festival de Cannes.
Calle Mayor (Juan Antonio Bardem, 1956)
Con la demoledora Calle Mayor Bardem lanza su estocada contra las rancias y estancadas costumbres de la España de la época, poniendo el énfasis en la situación de subordinación y opresión que padecían las mujeres. El filme lo protagoniza una solterona de provincias -interpretada magistralmente por Betsy Blair- que es víctima de la crueldad de un grupo de amigos, quienes le gastan una broma pesada haciéndose pasar uno de ellos por pretendiente. Recibió el Premio de la Crítica Internacional en el Festival de Venecia así como la nominación al León de Oro.
Plácido (Luis García Berlanga, 1961)
El estilo personal de Berlanga, con sus larguísimos planos-secuencia y su particular puesta en escena, quedaría confirmado en Plácido, una comedia coral con trasfondo amargo que se ceba con el concepto de la caridad cristiana. En ella, la falsedad y la hipocresía de la burguesía, con su campaña navideña »Siente a un pobre a su mesa», contrastan con la penosa situación de los más desfavorecidos, que se ven obligados a arrastrar su dignidad con tal de sobrevivir. Fue nominada al Oscar a la Mejor película de habla no inglesa y a la Palma de Oro en Cannes.
El regreso de Buñuel tras décadas de exilio nos dejó la que es, sin lugar a dudas, una de las obras más asombrosas y míticas del cine español. El guión logró pasar la criba de la censura, pero, una vez rodada, montada y exhibida en Cannes, desencadenó un escándalo mayúsculo siendo tachada de »blasfema y sacrílega» por El Vaticano, lo que acabó causando la destitución del Director General de Cinematografía. A la cinta le fue retirada la nacionalidad española y de hecho se salvó de la destrucción de puro milagro. No fue estrenada en suelo español hasta mayo de 1977, casi dos años después de la muerte de Franco. Además Viridiana es, hasta hoy, la única película española ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
El verdugo (Luis García Berlanga, 1963)
Este alegato contra la pena de muerte en clave de comedia negra es otra de las obras cumbre indiscutibles del cine español, tanto es así que para muchos se trata de la mejor comedia de la historia de nuestro cine. En ella, un joven recién casado es persuadido por su suegro para que le suceda como verdugo profesional, lo que le daría derecho a un piso. Ello sirve para hacer un desgarrador retrato de la España de la época del que nadie sale bien parado. El verdugo recibió el Premio de la Crítica Internacional en el Festival de Venecia, donde también fue nominada al León de Oro.
El mundo sigue (Fernando Fernán Gómez, 1963)
A partir de una novela de Juan Antonio Zunzunegui, Fernán Gómez nos ofrece un descarnado retrato de los ambientes familiares cerrados tan característicos de la España franquista. El mundo sigue es un melodrama con un tratamiento próximo al neorrealismo que se centra en el odio entre dos hermanas, una prostituta y otra ceñida a las convenciones sociales. Se trata de una película tremendamente valiente y cruda que huye de la tentación moralista, razón por la cual tuvo muchos problemas para su exhibición y distribución, siendo hasta fechas recientes (fue restaurada y reestrenada en verano de 2015) una gran desconocida para el gran público.
El extraño viaje (Fernando Fernán Gómez, 1964)
Tan solo un año después, Fernán Gómez realizaba su otra gran obra maestra a partir de una idea de Berlanga. Basada en un crimen real nunca resuelto (el Crimen de Mazarrón) la película tardó nada menos que 6 años en estrenarse, debido al temor que tenían las distribuidoras a ser acusadas de revivir un suceso que había causado gran revuelo. Con todo, el director cambió diametralmente de registro respecto a su anterior obra: esta vez se trata de una comedia negra cercana al esperpento con múltiples referencias al cine de terror. Sin duda, una de las cintas más sorprendentes, atípicas e infravaloradas del cine español.
Esta película debió haberse titulado La caza del conejo, pero la censura lo impidió alegando supuestas connotaciones sexuales. Su premisa es sencilla: tres amigos, cada uno con sus problemas, se disponen a una tranquila jornada de caza que se va agriando progresivamente. En ella se recurre -puede que por primera vez- a la metáfora de la caza de animales como sustituto de la violencia contra las personas, y además supone una de las radiografías más despiadadas hechas sobre la mentalidad de la base sociológica adicta al franquismo. A pesar de no ser de las más conocidas, La caza es considerada una de las películas españolas más influyentes en el extranjero. Recibió el premio a la Mejor Dirección en el Festival de Berlín.
Por supuesto, hay más películas españolas de aquellos años que merecen mucho la pena. Dos que me ha dolido especialmente dejar fuera de la lista son El cebo y Atraco a las tres. Lo mismo se podría decir de casi todas las películas de Berlanga o de El pisito y El cochecito de Marco Ferreri, aunque en esta última Pepe Isbert acabó por empalagarme un poco. Por no enrollarme más de la cuenta, tan solo añadiré tres más: Los peces rojos, Historias de la radio y Los golfos, siendo esta última la precursora del »cine quinqui» que desarrollarán en los años 70 y 80 directores como Eloy de la Iglesia o José Antonio de la Loma.
Borja
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